lunes, 23 de febrero de 2009

Ser un derviche

Bismillah...

El derviche es un aprendiz, alguien que está aprendiendo la profesión que le dará la vida eterna.
Esta profesión aún se imparte en ciertas "escuelas de enseñanzas elevadas." Mientras existen muchas habilidades que pueden ser aprendidas por uno mismo o de manera autónoma, las habilidades del derviche se aprenden al estar relacionado con un sheij, o un guía, y dentro de una familia espiritual o círculo sufi. Siempre habrá mucho que aprender por uno mismo, mediante los propios esfuerzos y a través del propio entendimiento. La responsabilidad final, sin duda, recae en nosotros mismos y en verdad no existe un intermediario entre nosotros y nuestro Dios. Y sin embargo, uno no puede convertirse en derviche aisladamente, así como tampoco puede alguien convertirse en amante a solas.

Algunas personas podrán dedicar toda su vida a convertirse en músicos exitosos o atletas profesionales Al hacerlo, tendrán que organizar la totalidad de sus vidas alrededor de este anhelo principal. El derviche es aquel que ha convertido la Verdad en su más preciado anhelo y está dispuesto a someter sus demás deseos y metas ante este anhelo. Es posible convertir el sufismo en un pasatiempo, en un interés más entre otros, pero eso no nos convierte en derviches. Está bien leer ampliamente y familiarizarse con una variedad de tradiciones, pero ser un sufi es mucho más que tener cierta preferencia por la lectura sufi o por la música sufi.

El precio que se requiere para ser un derviche es nuestra vida; un compromiso total de las energías de nuestra vida. Afortunadamente, en nuestra tradición esto no implica el abandono de una forma de vida socialmente útil y productiva, ni el renunciar al matrimonio y a una familia; pero sí requiere que todo aquello en lo que estemos involucrados sea observado y manejado desde la perspectiva de nuestra intención espiritual esencial. Algunos estilos de vida pueden ser inconsistentes con nuestra intención, ciertas formas de subsistencia pueden ser inapropiadas, a la luz de los requerimientos más específicos de recordar a Dios con cada respiración. Acaso descubramos que no se nos pide sacrificar todo, que el Sendero no contradice nuestra humanidad esencial. Podemos descubrir que Dios es el Amigo, un Amigo paciente, generoso y compasivo, pero gradualmente aprendemos que nosotros no debemos retener nada.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Bombillas

Bismillah...

Cuando el derviche llega a al estado de sumisión, deja de hacerse preguntas. Todo se ha convertido en El y ya no hay nada de que preguntar.


Si bien hay electricidad en todas las partes, uno solamente ve segun la cantidad de luz que Allah te ha dado, si solamente tienes tres bombillas, todo lo que verás es la luz de esas tres bombillas.

Toda la creación es la manifestación de Dios. Pero, al igual que ciertas partes de la tierra reciben más luz que otras, a algunas personas les es dada más luz. Los profetas han recibido el máximo de luz Divina.

Además de la cantidad, está la calidad. Está la cuestión de qué atributos se manifiestan. Ciertas personas son manifestaciones de diferentes atributos Divinos. Los profetas manifiestan todos los atributos Divinos.

La luna refleja la luz del sol. El sol es la verdad. La luna es cada uno de todos los profetas.

jueves, 12 de febrero de 2009

Las 40 Estaciones de un Sufi

Bismillah...

Abû Sa'îd ibn Abi'l-Khayr

«Con el nombre de Al-lâh el Rahmân el Rahîm, en Él está nuestro refugio.»
El Shaykh, el viajero de la senda espiritual, el devoto de Al-lâh, el rey de los santos entre los que han buscado la Ver dad, Abû Sa'îd ibn Abi'l-Khayr, que Al-lâh ilumine su espíritu, ha dicho que el sufí debe poseer cuarenta estaciones (maqâmât), si su avance por la senda del sufismo ha de ser aceptable:


»La primera estación es la intención (niyyat). El sufí debe poseer una intención tal que si le dieran este mundo y sus bendiciones y el otro mundo y su Yanna o sus calamidades y aflicciones, daría este mundo y sus bendiciones a los infieles el otro mundo y el Jardín a los creyentes y guardaría la calamidad y la aflicción para sí.

»La segunda estación es la conversión (inâbat). Si él está en soledad espiritual (khalwat) ve a Al-lâh. Los cambios de este mundo no alteran su secreto interior y las calamidades enviadas por el Cielo no hacen que el pájaro de su amor se aleje.

»La tercera estación es la orientación hacia Al-lâh (tawbat). Todos los hombres se alejan de lo que está prohibido (harâm) y no comen de lo prohibido por miedo a sufrir castigo. Ellos [los sufíes] se alejan de lo que es lícito (halâl) y comen de lo que es lícito por miedo a sentirse afligidos por lo que está prohibido y es dudoso.

»La cuarta estación es el discipulado (irâdat). Todos los hombres buscan la comodidad y con ella la riqueza y las bendiciones mundanas. Ellos buscan la aflicción y con ello el dominio y la santidad.

»La quinta estación es la lucha espiritual (mujâhadat). La gente busca multiplicar el diez en veinte. Ellos tratan de convertir el veinte en nada.

»La sexta estación es la atención constante (murâqabat). La atención constante es mantener el alma en retiro espiritual hasta que necesariamente el Señor del Universo le preserve a uno de cometer pecado.

»La séptima estación es la paciencia (Sabr). Si el desastre de los dos mundos cae sobre ellos, ni siquiera darán un suspiro. Y si el amor de la humanidad desciende sobre ellos, no cesarán de caminar por el camino de la paciencia.

»La octava estación es la invocación (dhikr). En su corazón Le conocen y con su lengua Le invocan. Siempre que se hallan en un callejón sin salida, no conocen otro camino que el que les lleva a su presencia.

»La novena estación es el contento (ridâ). Si se encuentran sin qué vestir son felices, y si se hallan sin qué comer, son felices. Nunca moran en la casa del deseo propio.

»La décima estación es la oposición al alma carnal (mukhâ lafai i nafs). Durante setenta años su alma carnal grita en agonía con el deseo de recibir un aislado favor y no recibe más que dolor y privación.

»La undécima estación es la conformidad (muwâfaqat). Desastre y bienestar, favor y privación, es todo lo mismo para ellos.

»La duodécima estación es la entrega (taslîm). Si la flecha del destino les hace frente desde el oculto lugar de la calamidad, ellos mismos se colocan en la catapulta de la entrega y se descubren ante la flecha del destino, haciendo de su alma y corazón un escudo ante ella. Frente a la flecha del destino permanecen inmóviles.

»La decimotercera estación es la confianza (tawakkul). Ellos no piden nada ni a las criaturas ni a Al-lâh. Sólo adoran a Al-lâh por Sí mismo. No hay intercambio de preguntas y respuestas. En consecuencia, el Señor del Universo les permite lograr el objeto de su deseo cuando están necesitados, y no hay en ello ningún cálculo.

»La decimocuarta estación es el ascetismo (zuhd). De toda la riqueza de este mundo, ellos sólo poseen un manto remendado de cien pedazos hecho de muselina, una estera y un pedazo de fieltro. Y dicha capa es mil veces más estimada para ellos que un elegante traje escarlata y un vestido suntuoso.

»La decimoquinta estación es la adoración ('ibâdat). Durante todo el día están ocupados en la lectura del Corán y la invocación del Nombre Al-lâh, y durante la noche, permanecen de pie. Sus cuerpos buscan prestar servicio, sus corazones desbordan de amor hacia el Uno, sus cabezas rugen en la búsqueda de la contemplación del Rey.

»La decimosexta estación es la abstención (wara'). Ellos no toman cualquier clase de alimento, ni visten cualquier clase de ropas. No se sientan en compañía de cualquier tipo de personas ni escogen la compañía de nadie más que de Al-lâh, exaltado sea.

»La decimoséptima estación es la sinceridad (ikhlâs). Durante toda la noche oran y durante todo el día ayunan. Si su alma carnal no obedece y después observan la obediencia, venderán cincuenta años de obediencia por beber un sorbo de agua y entregarán estos cincuenta años a un perro o a cualquiera. Y entonces dirán: "¡Oh alma! ¿comprendes ahora que lo que hiciste no era digno de Al-lâh?"

»La decimoctava estación es la veracidad (sidq). Ellos no dan ni un solo paso sin veracidad y no hacen ni una sola respiración salvo en la verdad. Sus lenguas hablan de sus corazones, sus corazones de sus secretos interiores y sus secretos interiores de Al-lâh.

»La decimonovena estación es el temor (khawf). Cuando contemplan Su justicia, se funden de miedo, y no tienen ninguna esperanza de ser obedientes [a los mandamientos de Al-lâh].

»La vigésima estación es la esperanza (rajâ). Cuando ellos consideran Su gracia, se ufanan con alegría y no sienten miedo ni terror.

»La vigésimo primera estación es la aniquilación (fanâ). Ellos funden sus almas carnales en el crisol de la aniquilación y se aniquilan con respecto a todo lo que está por debajo de Él. Sus lenguas no hablan de cosas mundanas. No hay nada en sus lenguas salvo Su Nombre. Sus cuerpos no se mueven más que para obedecer a Al-lâh, y sus mentes no entran en acción salvo para Él.

»La vigésimo segunda estación es la subsistencia (baqâ'). Si miran hacia la derecha ven Al-lâh, y si miran hacia la izquierda ven a Al-lâh. Lo ven en cualquier condición en que se encuentren. Ellos subsisten por Su subsistencia. Están satisfechos con lo que Al-lâh ha dispuesto para ellos. Están gozosos por Su benevolencia y generosidad.

»La vigésimo tercera estación es la ciencia de la certidumbre ('ilm al yaqin). Cuando miran a través del ojo de la ciencia de la certidumbre ven desde los cielos más altos hasta los niveles más bajos de la tierra sin ningún velo.

»La vigésimo cuarta estación es la realidad de la certidumbre (haqq al yaqin). Cuando ven a través del ojo de la verdad de la certidumbre van más allá de todos los objetos y todas las criaturas y ven a Al-lâh sin ningún cómo ni por qué, y sin ningún velo.

»La vigésimo quinta estación es la gnosis (ma'rifat). A través de todas las criaturas de los dos mundos y a través de todas las gentes, ellos perciben a A-lâh, y no hay ninguna acusación que hacer a su percepción.

»La vigésimo sexta estación es el esfuerzo (jahd). Ellos Lo adoran en sus corazones y en sus almas, y no hay duda alguna de su obediencia.

»La vigésimo séptima estación es la santidad (wilâyah). Este mundo y el porvenir no merecen ser abrazados por su aspiración espiritual (himmat), y todo el Yanna y sus riquezas no vale ni un átomo a sus ojos.

»La vigésimo octava estación es el amor (mahabbal). En todo el mundo sólo tienen un Amigo. Su amor es uno, pues exterior e interiormente están con el Uno. Sus cuerpos se funden de alegría y sus corazones están siempre contentos en la Presencia sagrada. No se acuerdan ni de los hijos, ni de la esposa, ni del mundo y ni de las riquezas.

»La vigésimo novena estación es el éxtasis (wajd). No se los encuentra en este mundo, ni en el cementerio, ni en la Resurrección, ni en el sendero recto (sirât) [que tiende un puente por encima del Yahannan y conduce al Cielo]. Ellos están en la Presencia más sublime. Donde ellos moran sólo está Al-lâh y ellos.

»La trigésima estación es la proximidad (qurb). Si ellos dicen "¡Oh Al-lâh! Perdona, por nosotros, a todos los pueblos infieles y rebeldes y a todos los pueblos politeístas y sublevados", el Señor del Universo no rechazará su petición.

»La trigésimo primera estación es la meditación (tafakkur). Su más íntimo amigo es Su Nombre. La paz de ellos reside en Su mensaje.

»La trigésimo segunda estación es la unión (wisâl). Aunque sus personas estén en este mundo, sus corazones están con el Señor.

»La trigésimo tercera estación es el levantamiento del velo (kashf). No hay ningún velo entre Al-lâh y sus corazones. Si miran hacia abajo verán hasta el Gâw mâhî (la criatura que sostiene la tierra) (26). Y si miran hacia arriba, verán el Trono y el Pedestal, el Cálamo y la Tablilla guardada hasta al Recinto sagrado (hadirat al quds). Nada está escondido para ellos.

»La trigésimo cuarta estación es el servicio (khidmat). Ellos no cesan de rendir servicio ni un instante. Ni se ausentan por un momento de la presencia del Amigo.

»La trigésimo quinta estación es la catarsis (tajrîd). Si son conducidos al Yahannan, exclamarán: "¡Saludos!" y si son llevados al Yanna, dirán: "¡Saludos!", pues ni el Yanna les causa alegría ni el Yahannan temor. Ellos nunca se apartan de Su amistad y no poseen nada de todo lo que hay en este mundo.

»La trigésimo sexta estación es la soledad (tafrîd). En este mundo ellos son extranjeros entre las criaturas. Si son apaleados no abandonarán la Senda y si son acariciados no se dejarán engañar.

»La trigésimo séptima estación es la expansión (inbisât). Ellos son audaces ante Al-lâh. Si el Señor del Universo les envía el ángel de la muerte en el momento del fallecimiento, ellos no obedecerán. Hasta que no oigan al Amigo del mundo, no permitirán que partan sus almas. No temen a Nakir y a Munkar [los malaika que preguntan al fallecido en la tumba] y no conceden ni un pensamiento al Yaum al-Quiyama. No ponen el pie en el Cielo supremo ni miran el rostro de las huríes ni las mansiones celestiales, hasta haber tenido una visión del Rey que perdona.

»La trigésimo octava estación es la averiguación de la Verdad (tahqîq). Todos ellos están en un estado de maravilla, con lloros y lamentaciones. Huyen de las criaturas y penden de la cadena de Su puerta.

»La trigésimo novena estación es la meta suprema (nihâyat). Ellos han alcanzado la posada a la orilla del camino y han atravesado los desiertos de la calamidad. Con el ojo del corazón han visto a Al-lâh.

»La cuadragésima estación es el sufismo (tasawwuf). El sufí es el que se ha purificado de todo deseo. Su ser interior está purificado de la ruindad. Sus palabras están libres de inadver tencia, despreocupación y calumnia. Su mente está radiante y sus ojos se apartan del mundo. Él ha sido instruido en la Verdad.

Cada una de estas estaciones pertenece a un profeta de entre los profetas —la paz sea sobre todos ello—, el primero Adán y el último Muhammad —la paz sea sobre ellos y sobre los demás profetas, mensajeros y ángeles de la proximidad—. Y que Al-lâh, el Exaltado, esté satisfecho de todos los compañe ros de Su Profeta. Amén.

Como se ha visto en esta descripción de las estaciones espirituales, Abû Sa'id incluye algunos de los ahwâl de otros sufíes como maqâmât, y también incluye otras estaciones después de baqâ', que normalmente es considerada la esta ción más elevada dado que es la unión con Al-lâh. Sin em bargo, puede decirse de las estaciones siguientes que son otras tantas estaciones en el viaje en Al-lâh (fi'l-lâh) después de que el viajero ha terminado el viaje hacia Al-lâh (ila'l-lâh). Incluso la estación de servicio (khidmat) que viene después del baqâ' no debe ser considerada como acción o servicio religioso en el sentido usual de esta palabra, sino como un servicio prestado por un ser que ya ha gustado la unión con Al-lâh (wisâl). En su propio orden, es algo análogo al voto que hace Avalokitei vâra en el budismo de salvar a todas las criaturas después de haber puesto ya un pie en el nirvana (27).

La estación más elevada descrita por Abû Sa'id es el su fismo. Pues haber alcanzado el sufismo en su plenitud o ser un sufí en el verdadero sentido de la palabra, es haber experimentado todas las estaciones y al mismo tiempo haber ido más allá de todas ellas hasta la Estación suprema de la plena realización de la Unicidad (tawhid), que es el fin de la vida espiritual en el Islam así como en otras tradiciones auténticas.

Entre la estación del sufí y el hombre que está espiritualmente dormido, pero que considera esta muerte o estado de negli gencia como normal, se encuentran todos los estados y esta ciones espirituales, la experiencia de cualquiera de los cuales haría palidecer y ver como insignificante la experiencia mun dana más intensa del alma. La experiencia de estos estados sigue siendo una posibilidad para cualquier hombre dispuesto a consagrarse por entero a la vida espiritual y que busque estos estados y estaciones con la intención correcta, no como fines en sí mismos, sino como etapas que conducen al Uno que está por encima y más allá de todos los estados y estaciones del alma y que reside al mismo tiempo en el centro del ser del hombre, en el origen del eje que une todos los estados del ser del hombre, el corporal, el psíquico y el espiritual, con su Principio común.

martes, 10 de febrero de 2009

El Tu y el Yo

Bismillah...

Llamó a noche a mi puerta el compañero espiritual,
¿Quién es? Pregunte.
Contesto: “Abre la puerta, que eres tu”
Le dije: “¿Como puedo ser tu? “
Respondió: “nosotros somos uno, pero para guardar
el secreto, nos hemos vuelto dos.
El yo y el nosotros, el tu y èl, son tu velo.
¿Por que te ocultas dentro de ellos con este yo,
que tu mismo has creado?” Pregunte.
Si quieres conocer como es que nosotros y Èl son uno, Olvida ese yo, tu y nosotros.
Olvídate de este mundo, que es todo novedad y antigüedad, y veras que todo es uno.
Pinturas y formas son sin duda pinturas y formas.
Pero el significado detrás de la apariencia,
esta escondido en el pintor.
Aun cuando oigas miles de melodías dulces,
solo existe un trovador.
Tu eres la sombra del Sol del Oriente
y, como la sombra, persigues la Luz.

Maqrebi

Receta

Bismillah...

Un sheij sufí es como un médico, y un estudiante es alguien cuyo corazón está enfermo.

El estudiante acude al sheij para curarse. Un sheij verdadero prescribirá una dieta y una alimentación determinadas para curar las enfermedades de cada persona.

Si los estudiantes siguen las prescripciones de un sheij se curarán.

Si no, pueden incluso destruirse a sí mismos.

Los pacientes que emplean de forma errónea las prescripciones de su médico están cortejando su propia ruina. En un nivel más elevado, la relación entre un sheij y sus pacientes es como la de un racimo de uvas y la rama de la que esta pende.

El sheij conecta las uvas al árbol, a la sabia y a la fuente de la sabia.

sábado, 7 de febrero de 2009

Hermoso Final

Bismillah...

"En el zoológico interior que compartimos con el espíritu, habitan muchos "yo" además de los animales con quienes se personifican nuestras falencias.

Sin embargo, y por decreto Divino, necesitamos de ellos para SABER y ENTENDER.

Las luchas no cesarán hasta que la angustia y el desosiego que continuamente se produce en estos encuentros,sean respondidos de una manera diferente a la que hoy mantenemos, es decir la antítesis de lo hecho hasta ahora.

La antítesis se inicia con la búsqueda del conocimiento. Por último, el acceso al amor...al AMOR.

Que hermoso final para tan trágico comienzo. Debemos dejar de ser para poder llegar a SER".

Que Allah nos permita escuchar y aprender.
As Salamun Aleikum wa Rahmatullah wa Barakatuhu"

jueves, 5 de febrero de 2009

El intelectual y el amante

Bismillah...

El intelectual está siempre luciéndose,
el amante, siempre perdiéndose.

El intelectual se escapa.
Por miedo a ahogarse;
todo el asunto del amor
es ahogarse en el mar.

Los intelectuales planean su reposo;
los amantes se avergüenzan de descansar.

El amante siempre está solo.
Aun si está rodeado de personas;
como el agua y el aceite,
él permanece separado.

El hombre que se toma la molestia
de dar consejos a un amante,
no consigue nada. Es burlado por la pasión.

El amor es como el almizcle. Atrae la atención.
El amor es un árbol, y los amantes, su sombra.

3 cualidades

Bismillah...

Hay tres cualidades básicas que el corazón del buscador debe albergar.


La primera es khushu, que significa humildad, modestia.
La segunda es karamat, que significa caridad, compartir, el gozo de dar.
Y la tercera es sidj, que quiere decir sinceridad, autenticidad, no aparentar, sino ser lo que se es. ...

Sufismo simplemente significa una relación amorosa con Dios.

La relación es peligrosa.

Es peligrosa porque cuanto más te vas acercancío a Dios, más te vas evaporando. Y cuando tú estás muy cerca ya no eres.

La Palabra

Bismillah

La palabra es verdadera, según la visión india, cuando hay plena correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace. La palabra encuentra verdadero valor cuando se ve reflejada en la realidad.

En el estado de fantasía en el que nos encontramos, no nos preocupamos por lo real. La coherencia es un estado necesario para entrar en Verdad, y esto incluye que haya correspondencia en el plano de lo que se expresa, el pensamiento, y el sentimiento del AHORA. Por esto es importante poner conciencia en las palabras. La correlación es entre lo que digo y lo que hago, y luego entre lo que hago y lo que siento.
El mundo de las sensaciones generalmente pierde importancia y uno se guía por el mundo de las palabras.

La palabra define. En cambio, las sensaciones se cuestionan. Y como se buscan resultados rápidos, en la no correspondencia entre la palabra y la sensación, el primer engañado del mal uso de las palabras, que no reflejan lo que siento, soy yo; uno se miente en primer lugar, y se lastima a uno mismo.
¿Qué actitud corresponde, entonces, con respecto a la palabra?

Primero, como acto de Misericordia, corresponde no decir cosas malas.

En segundo lugar, como señalaba Abu Bakhr (as) una vez que lo cuestionaron por su silencio, “si hablo, miento, y si miento, Dios se enoja conmigo. Prefiero que tú te enojes conmigo por mi silencio”.

Cuando se cae en el mundo de las sensaciones, la vivencia es REAL. La sensación en este caso debe dejarse correr, y que sea leída por cada quien.

La coherencia debe ser constante, hay que poner conciencia en lo que se dice. Un buen ejercicio conciente de esto es que si uno dice una cosa, lo haga. Así, la palabra va tomando valor, ya que expresa el pensamiento y el sentimiento.

Hay un hadiz que menciona que uno es esclavo de lo que dice. Por eso es mejor hacer que decir.
Volvamos a las sensaciones. Estas no son las mismas para cada uno, o se toman en diferentes medidas. Por eso son vivencias, y uno puede guiarse por la coherencia del otro, en la medida en que hace lo que dice. El otro se vuelve confiable o no de acuerdo a esto.

Una vez que se ve la coherencia entre lo que dice y lo que hace, hay que ver qué tan real es lo que hace, cuánta verdad hay allí?

Cómo se ve esto…? Se ve en que la intención debe ser pura. Puede haber más de una intención, segundas y hasta terceras intenciones. La intención original es la que cuenta, si hay una segunda intención, ya surge la incoherencia.

Esto igualmente significa, situarse como observador, y no convertirse en juez de incoherencia. El foco debe situarse en uno, en que haya compromiso con lo que digo, que este en relación con lo que hago, y que sea sincero. (sin segundas intenciones).

La Verdad no hay que hallarla en el otro, probar su coherencia, sino buscarla en mí. La palabra no hay que validarla en el otro, sino en uno mismo. Sino, el sistema colapsa por confusión.

La palabra conlleva a otro concepto, el del tiempo.

La respuesta al tiempo varía. Pueden percibirse dos tiempos: el interno y el externo. El interno esta basado en los deseos, en mis planes, en la fantasía. Es un tiempo erróneo.

Lo que llamamos tiempo externo, es el tiempo que se debe esperar para que se produzcan las cosas.
Enojarse porque los tiempos no son como los que yo espero, es una incoherencia. Del mismo modo que uno no planta una semilla y espera rosas al día siguiente, sino que se espera que florezcan a su tiempo, la actitud que conlleva coherencia es la de esperar a que sucedan las cosas a su tiempo. Todo tiene un tiempo determinado.

Si nos enojamos, estamos sumergidos en ensoñaciones infantiles, es un acto de incoherencia.

Las cosas son como Él Quiere, como Allah Dispone.

Como se recuerda que Allah le indicó al Profeta David (as): “tú quieres pero yo también Quiero”.
Cuando la guía son los tiempos internos, de lo que yo deseo, la intención es el control. Y en el comportamiento se refleja en que uno no respeta los tiempos del otro. Cuando se ven ciertas actitudes en el otro de este tipo, hay que tomar una posición nula. Es decir, validar o invalidar los comentarios y comportamientos del otro, pero sólo para estar atentos de no caer en incoherencia.
Además plantea inconvenientes al convivir, ya que cuestiona todo acto, si no se hace lo que esa persona desea. Qué tipo de relación puede ofrecer?

La palabra debe reflejar exactamente lo que piensas y lo que sientes. Y respetar los tiempos de cada uno. Como en la mayoría de los casos, no se respetan los tiempos del otro, es que fracasamos.

El esfuerzo en tratar de ser coherentes en lo que se dice, lo que se hace, y ser sincero.

Cada palabra implica un tiempo, y es importante ser conciente de mis tiempos, y de los tiempos que son necesarios. La sinceridad es, primero con uno, para respetarnos, y luego ocuparse de que mi palabra tenga valor. Entonces, cada palabra implica un trabajo preliminar, y cobra vida y sentido, por todo ese esfuerzo previo que la respalda.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Sobre la complacencia

Bismillah...

“Y quien se refugie en Dios será guiado a un camino recto”
Caligrafía Muhammad Uzchai (Turquía)

En términos de aceptar la Realidad, podemos distinguir varias etapas; en un primer momento, hay un período en el que uno se resiste a ver la Realidad, corresponde al NO ACEPTO. Esto lleva a la ambición de aquello que deseo. Tal ambición, al presionar en pos de un deseo que no se cumple, lleva al SUFRIMIENTO. El sufrimiento es fruto del “choque” del deseo contra la Realidad, el ver que no puedo conseguir eso que deseo. De aquí se bifurcan dos caminos: se puede estar en Realidad, que es el darse cuenta, y enmendar los errores cometidos en la búsqueda de satisfacer mis deseos, o continuar en el autoengaño, echarse culpas por los errores, y luego comenzar el circuito de la ambición y el deseo nuevamente.

¿Qué caracteriza la ambición?
La ambición es la impaciencia en el Destino de Allah. Querer cambiar lo que el Allah Indica como Destino. Es un olvido de Allah, un acto de ilusión absoluto, una afirmación de que “yo existo”. Esta ambición que conduce al error, nos hace pagar el precio a través del sufrimiento.
Para que no se detone el circuito de la ambición, hay que controlarla. ¿Cómo se controla?
ACEPTANDO.

Lo anteriormente mencionado puede reflejarse en las etapas que han identificado en los pacientes que padecen cáncer. En la primera etapa, hay negación de la enfermedad; no la tienen.
En la segunda etapa, ya hay rechazo. Se producen varias emociones como enojo, ira, no querer lidiar con la situación.
En estas dos primeras etapas, no hay posibilidad de que se revierta el avance de la enfermedad; sólo hasta la tercer etapa, en donde hay aceptación. En esta etapa es que se producen los porcentajes mayores de que haya reversión.

La alquimia está en uno. Se produce al ACEPTAR. Sino seguimos sumergidos en el autoengaño, y se vuelve a iniciar el juego, se da otra vuelta sin sentido para encontrarse otra vez con el sufrimiento de que no se puede alterar la Realidad.

Según el Sura 16, Ayat 97 del Corán, Dios Elevado Sea dijo, "Al creyente, varón o hembra, que obre bien, le haremos, ciertamente, que viva una vida buena"(Corán, 16:97)

Esto es, LA COMPLACENCIA.
Es aceptar la porción que a cada uno se le destina. Bishr al-Hafi dijo, "Complacencia es un rey quien habita en un corazón creyente".

Abu Suleyman al-Darani dijo, “Complacencia es el comienzo del contentamiento, mientras que la abstinencia es el comienzo de la renunciación”.

¿Cómo comienza el contentamiento? Comienza en cuanto uno permanece tranquilo ante lo desconocido.
A veces lo que nos es familiar, ya es aceptado, pero es aceptado como hábito, hay que estar atentos pues se están repitiendo errores en lo que uno denomina “familiar”.

Abu Abd Allah bin Khafif dijo, "Complacencia es no desear por algo que careces y el no necesitar algo que tu ya posees".

Abu Hazim pasó por el carnicero quien tenia muy buena carne. El le dijo, "Llévate un poco, Abu Hazim, esta muy buena". "No tengo ni un dirham encima", respondió el. "Esperare por el", dijo el carnicero. "Es mejor para mi que mi ego espere antes de que tú esperes".

Aceptar es encontrar aquello que existe como suficiente y dejar de desear lo que no hay. Al no tenerlo, se produce un envenenamiento si se lo desea.

El exponente más notorio del autoengaño son las ensoñaciones infantiles. Se trata de hacer berrinches cuando no se tiene lo que se desea. En este punto, no se crece, sólo hay ambición.

Se dice que Allah escondió 5 cosas en 5 lugares diferentes:
El honor en la obediencia;
La humillación en la desobediencia;
El temor reverencial al levantarse para el rezo nocturno.
La sabiduría en un estómago vacío,
Y la complacencia en la aceptación. (Riqueza en la Complacencia).

Alguien vio a un hombre sabio comiendo vegetales de un arroyo. El dijo, "Si estuvieras esperando al sultán, no necesitarías comer esto!" "Y si tu estarías complacido con esto, no necesitarías el esperar por el sultán", respondió el sabio.

Si estás en Realidad, no cuesta la aceptación. El desconocer a Allah, la desobediencia, la rebeldía… son todas circunstancias en las que se cae por no aceptar; por no estar ubicados en la Realidad, sino en el autoengaño.
Dios no cambia Su Plan, Su Destino, uno sufre más y las cosas continúan igual.
Es de sabio estar de acuerdo con Dios y no en contra.

En primer lugar, hay que darse cuenta que no estamos aceptando. Sino, nos daremos cuenta al final, que es con el dolor. El dolor es la señal que indica que nos caímos, y que recién cuando uno vuelve a ver hacia atrás, puede darse cuenta de ello. Allí se ve Realidad, darse cuenta dónde nos caímos. El autoengaño diría: “me empujaron”.

En la Realidad, es imposible colorear. Es.

Y como Es, primero se acepta. Luego viene la Conciencia.
Se dice: “Sé de aquellos que se abstienen, y serás de los agradecidos…”

Entrar en ilusión es no hacer lo que Él Predestina que haga. Hay distracción, y el no querer verse, el afirmar “yo estoy bien”. Mientras que dentro, hay mecanismos, cerradas, dibujos, mentiras, miserias, etc. ¿Por qué habría uno de reírse? Tampoco es cuestión de amargarse, ya que todo podría ser peor.

“Las lágrimas son la ablución del alma”.

Si ser musulmán implica sumisión, el acto de ambición es lo contrario a éste, a ser musulmán.


¿Qué significa la frase, “morir antes de morir”? Morir a los propios deseos antes de morir.

¿Cómo se entra en Realidad?
Se entra de golpe. Es un cambio de estado de Conciencia. No se puede retroceder al autoengaño una vez que se ingresa en Realidad.
El ciclo sería de la siguiente forma:

Se vive en el autoengaño.
No hay aceptación de lo que sucede.
Nace la ambición de aquello que no está sucediendo.
Se generan deseos.
Continúa el autoengaño de que puedo conseguirlos, y “torcer” el Plan de Allah.
Sufrimiento, Dolor - Golpe de Realidad – Darse cuenta.
Dos opciones: entrar en Realidad. Sigue el autoengaño y comienza el ciclo nuevamente.

Una vez que se ha caído en Realidad, es difícil la convivencia con la gente que permanece en el autoengaño. No comprenden que sucede, por qué el cambio repentino. No se vuelve agradable estar en su compañía, y a ellos se les vuelve difícil también.
La ilusión contagia, es fácil confundir “te amo” con “te necesito”. Y creerlo. Son dos aguas divisorias, el autoengaño, y la Verdad.

La Verdad no se suspende por mal tiempo; llega. Uno cree que puede evitarla una, dos, o tres veces, pero allí continúa. ES.

La Verdad tiene un sabor amargo, pero como ES, es lo que da tranquilidad.

Sohbet de Mahmud Baba - Argentina, 2009

martes, 3 de febrero de 2009

3 Consejos

Bismillah...

Un hombre cogió un pájaro por medio de una trampa ;

El pajaro le dijo: " Noble señor, has comido muchos bueyes y corderos, has sacrificado innumerables camellos,y nunca has quedado saciado: tampoco lo vas a quedar conmigo. Déjame ir, que pueda darte tres consejos, a fin de que veas si soy sabio o estúpido.


El primer consejo te lo daré posado en tu mano, el segundo en tu tejado y el tercero en un árbol. Déjame partir pues estos tres consejos te traerán la prosperidad.

El primero que ha de decirse en tu mano es este: " No creas un absurdo cuando se lo oyes decir a alguien."

Cuando el pájaro hubo enunciado el primer consejo en la palma de la mano, fue liberado y fue a posarse en el muro de la casa y dijo: " El segundo consejo es: No te aflijas por lo que haya pasado, cuando ha pasado ya no sientas pesar."

Después de lo cual, le dijo " en mi cuerpo hay escondida una enorme y preciosa perla, de diez kilos de peso. Tan cierto como estas vivo, esta joya era tu fortuna y la suerte de tus hijos. Se te ha escapado esta perla, pues no estaba en tu destino el adquirirla, esta perla que no tiene igual en este mundo.

El hombre, como una mujer que gime cuando pare, se puso a dar gritos. El pájaro le dijo: " ¿ No te había aconsejado – no te aflijas por lo que ha pasado-.? Puesto que es algo pasado y terminado, ¿ por qué te apesadumbras. O bien no has comprendido mi consejo o bien eres sordo. En cuanto al primer consejo que te he dado,-no creas una afirmación absurda-. ¡ Oh buen hombre, yo mismo no peso diez kilos, ¿ como puede haber dentro de mi un tesoro de diez kilos?.

Se recobró el hombre y dijo " oye ahora dime el tercer consejo excelente".

" ¡ Bueno!,- dijo el pájaro- ¡ has hecho tan buen uso de los otros dos consejos que no veo porque no habría de darte el tercer consejo en vano!"

" Dar un consejo a un ignorante obtuso es sembrar en terreno baldío".